viernes, 29 de julio de 2011

¡Camarero, otro tiopentato de sodio!

Hace unos meses estuve en una performance de Angélica Liddel. Una mujer que ha conseguido construir un negocio divulgando su dolor, alegría, o cualquier sentimiento compacto. Tras varias horas de actuación, la conclusión a la que llegué fue tan simple que casi me decepciono a mí misma, quizás por no poder entender a esa mujer del todo. Ella recitaba que todos, absolutamente todos somos despreciables, que estamos contaminados de maldad, egoísmo, fariseísmo. Y que quizás, las palabras más sinceras que puedas escuchar a lo largo del día, se producen en el momento en el que entras a un negocio chino y surge esta conversación: "- ¿Queda pan? + Sí. - ¿Cuánto vale? + 60 céntimos."
Realmente, pagué para que me insultara, porque en ese momento, ni entendí bien su actuación, ni quise analizarla.

A veces, el exceso de confianza, la autoridad, la ciega creencia en alguien, nos puede hacer caer en el dogmatismo. Un elemento apto para destrozarnos. Ahí es cuando a mí me da por buscar los criterios de verdad, analizarlos y estudiarlos.

Cuando hablo de mentiras, no me refiero a las del día a día. Esas que no hacen daño a nadie, sino a otras capaces de desequilibrar a cualquiera. Inmenso poder el del ser humano, que es capaz de acabar con cualquiera sin tocarle. A nosotros no nos hacen falta armas ni escudos, ni motivos para iniciar una guerra mental más lesiva que cualquier cruzada en la que se necesiten bombas. Tenemos la capacidad de actuar conscientemente. Y la necesidad de hacer que una querencia puntual sea mil veces más importante que cualquier otra cosa. Nos pasa desde niños, cuando vemos algo nuevo y dejamos apartado cualquier otro juguete del que no podíamos prescindir minutos antes.
Y efectivamente, cuando esto se entiende, te acuerdas de Angélica Liddell, y de su "todos, absolutamente todos, somos despreciables." Y le das la razón. Y piensas en lo bien que iría el mundo, si en los bares, en lugar de alcohol, se sirviesen chupitos de tiopentato de sodio.


miércoles, 6 de julio de 2011

Misma puta, diferentes bragas.

Últimamente está muy de moda el tema del aborto. De hecho, algunas personas en contra, han seguido el ejemplo del 15M tomando la plaza de la Puerta del Sol en Madrid. Aunque no ha tenido mucho éxito. Digamos que no fue multitudinaria, precisamente. Volvemos a tocar un debate denso e inapetente, porque, ¿cuándo habéis conseguido que alguien cambie de opinión? Jamás se es objetivo ni con política, ni ideales, ni fútbol. Me descoyuntan las personas que se retroalimentan sin tener argumentos.
He leído por ahí controversias acerca de esto. No soy una experta en el tema, ni mucho menos, pero soy lo suficientemente lista como para sacar los dos argumentos opuestos aventajados:

1.- Los 'antiabortistas' se niegan a creer que los médicos que practican el aborto, sean médicos. Porque ya se sabe, los médicos curan y no destruyen vidas. La palabra predominante era clara y usada con una libertad y violencia extrema: asesinos.
2.-Los 'abortistas' se empeñan en que cada uno es libre de decidir si quiere o no tener hijos. Y acusan a la iglesia de ser aún más asesina, puesto que condena, por ejemplo, a Etiopía, a ser uno de los países con más tasa de mortalidad por ETS, predicando el desuso del preservativo.

¿Falacia ad hominem? "Yo sí, pero tú más."
Al final, nadie intentó entender al tertuliano de visión opuesta. No conseguirlo, sino intentarlo siquiera. Porque al fin al cabo, tanto unos como otros son de igual extremo. No existe el gris ni excepciones cuando se habla de abortos. Sólo existen asesinos con bata, y asesinos con alzacuellos.

Reflexión, por favor.

sábado, 2 de julio de 2011

#Manipulación se escribe con hashtag.

¿Sabíais que a los medios de comunicación de masas se los ha calificado de cuarto poder, llegando a hablarse de un poder o sistema mediático? A diferencia de los otros poderes del estado (ejecutivo, legislativo y judicial), se trata de un poder informal, disperso y no coactivo. Este poder mediático debería actuar como un contrapoder. Es decir, tratar de evitar el abuso por parte del poder político en una sociedad democrática.

En teoría, el poder mediático garantiza una representación permanente de los ciudadanos. Son algo así como una especie de cuerpo intermediario entre el poder político y nosotros, los ciudadanos, que demandamos por activa y por pasiva la imparcialidad y objetividad de éstos. Pero, ¿llega a ser así del todo? Yo no lo creo.

En las democracias mediáticas los periodistas y los políticos se necesitan mutuamente para alcanzar sus objetivos. Los primeros, para poder informar, precisan tener acceso a la autoridad. Y los segundos necesitan que la ciudadanía tenga noticias de ellos, de sus propuestas y de sus actuaciones. Para el buen funcionamiento de la democracia es necesario que exista esta cercanía entre los medios de comunicación y la clase política. ¿Problemas? Actualmente, el político habla únicamente para los medios, con palabras, actos e imagen preparados (por ejemplo, con entrevistas pactadas de las cuales ya tenemos constancia.), con el objetivo de persuadir en lugar de convencer. No quiero que me vendan una idea, para espectáculos, ya está la feria.

¿Por qué hablo de esto? Desde el 15M, y esto no es ningún secreto, hemos visto cómo los medios manipulaban todo tipo de información. Llegué a escuchar verdaderas atrocidades. Mi entrada no tiene otro objetivo que animar a usar otros canales de información no comprados y corrompidos, en donde no existe la condena o el vituperio y somos libres para ser objetivos o no, pero nunca imponiendo una información irreal: he descubierto un nuevo universo informativo con un aparato visible en casi todos los hogares. Creo que le llaman 'router'.

Bienvenidos al progreso.